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El fútbol y la mal entendida virilidad

Aunque el mundo del deporte, más el del deporte profesional, es definitivamente un territorio masculino, la cosa se vuelve mucho más importante si hablamos del fútbol. Aunque desde la asociación de fútbol local nos esforzamos en que este no sea un deporte exclusivo de ningún género, y de que la competición femenina sea tan importante como la masculina, no dejo de reconocer que son muchos más los chicos que las chicas que se siente atraídos por darle patadas al balón; y que las que lo hacen, desde luego no gozan de la misma atención.

Por qué se supone que jugar al balompié te hace un macho man no lo tengo muy claro, pero eso es lo que he escuchado de muchos padres intentando a animar a sus hijos. El «jugar al fútbol como un hombre» parece ser un mantra viril, como si el chico que quisiera jugar al badminton fuera a ser un mariposón de manera irremediable. E imagino que esto que pasa en una simple liguilla juvenil, debe ser a escala monumental si hablamos del mundo profesional. Puede que haya un fallo en algún punto del sistema, tanto por parte de los clubes, de los aficionados, de los dirigentes, o de los mismos jugadores; o simplemente todos tengan un poco la culpa. Realmente, es que los futbolistas de élite sean algo así como unos dioses del Olimpo no ayuda a creer que tengan defectos terrenales; y de tener alguno, ¡por dios!, no podría ser una duda sobre lo hombres que son.

Por supuesto, esa hombría se refiere al plano sexual, aunque la mecánica del fútbol no tenga nada que ver con ningún órgano reproductor ni con la hipotética potencia de este. Así que, llegados a este punto, se puede decir con seguridad que el fútbol es un deporte machista. Y aunque suene aún peor, y se hagan campañas en contra de ello, no hay quién lo libre de cierto tufillo homófobo. Hace un par de décadas, un futbolista gay de la Premier League tuvo la valentía de salir del armario, y cometió el error de confesar sus preferencias homosexuales; es duro tener que admitir que se necesita valentía sólo para decir que te gustan los hombre, pero aún más duro es reconocer que hacerlo fue un error, porque no acabó muy bien. El futbolista en cuestión fue Justin Fashanu, que acabó suicidándose después del rápido declive de su carrera y de haber sufrido toda clase de abusos e injusticia por parte del mundo del fútbol profesional.

Todo es un sin sentido, porque ¿si eres homosexual no debe gustarte el fútbol? ¿O si eres homosexual no puedes ni soñar con convertirte en futbolista? En mis muchos años como aficionado a este deporte, tras haber jugado en muchos campos y haber conocido a muchos compañeros, no recuerdo haber encontrado nunca a unos gays follando en los vestuarios de ningún campo, como si una escena de película porno se tratara. Si los hubiera encontrado, ¿no debieran ser futbolistas, o tendrían que dejar de serlo tras la comprobación de que son maricones? Sin embargo, según algunas declaraciones por la puerta de atrás de ciertos jugadores de fútbol homosexuales, que reconocen su homosexualidad pero se resisten a proclamarla a los cuatro vientos, lo que más temen es que se enrarezca el ambiente del vestuario. Puedo entenderlo hasta cierto punto, ya que en un equipo acaba siendo como tu segunda familia, máxime si como en el fútbol profesional pasas tantas horas al día juntos. Pero, ¿no debería esa hipotética familia apoyarte si solo por admitir que te gustan los tíos, y más los tíos desnudos, el mundo se te echa encima? Es una realidad algo contradictoria, la verdad.

Y no nos podemos engañar: la homofobia campa a sus anchas por los campos de fútbol, ya sea en los locales o en las de las ligas internacionales. Qué hacer para cambiarlo es algo complicado de saber, máxime mientras sus jugadores se sigan considerando intocables, y los clubes piensen más en ganar dinero con ellos como inversiones, que en realidad disfruta de ese deporte tan mayoritariamente seguido.